AGUJERO NEGRO
¿Nos quitarán el albergue para convertirlo en convento?
Por: Arturo Moreno Carrera
Email:: imagencorp2011@hotmail.com
El Papa Francisco
inició su pontificado el 19 del presente mes y en su primer mensaje, luego de
recibir el palio y el anillo del pescador, le dijo al mundo: “Nunca
olvidemos que el verdadero poder es el servicio al prójimo”. Ojalá que sus palabras hayan sido
escuchadas por todos aquellos que, al ocupar cargos públicos o jerarquías, se
creen todopoderosos y que pueden hacer lo que les venga en gana. Sobre todo,
que su mensaje haya calado en los dirigentes de la Iglesia Católica. Lo digo
con mucha humildad, pero también con frenesí, porque no es posible que en
Huaral se pretenda destruir una hermosa obra. Aún por muy buenas razones o
altísimos ideales.
Se trata del
albergue para niños y adolescentes que, con gran esfuerzo de tantísimas
personas, y con fuerte inversión del erario público, se construyó en un sector
de la carretera a Huando, junto al colegio parroquial María Reyna. Ocurre que
va camino a ser transformado en un monasterio. Decenas de niños y niñas perderán esa estancia al
igual que algunos ancianos inermes. Y todo por gracia del obispo de la Diócesis
de Huacho, Antonio Santarsiero Rosas. Si, se trata del mismo jefe que algunos
meses quiso plasmar la transferencia de propiedad del citado centro educativo,
pero se frustró por oposición de los padres de familia.
Para empezar este
nuevo propósito envió unas monjas a Huaral, a ese albergue. Qué bueno sería
para que le echen una mano al padre Pepe en su infatigable y ferviente tarea de
alimentar, educar, cuidar y proteger a niños cuyos hogares tambalean al borde
del desfiladero emocional y económico. ¡No! No fueron
enviadas para ayudar. Llegaron con una veintena de niñas traídas de otros lados
para que sean preparadas para las tareas religiosas. Un convento. En eso se
convertirá dicha posada.
En el caso del
albergue, Santarsiero tiene que observar que para la consecución de esa obra
hubo un gigantesco esfuerzo de muchas personas. Todos empujaron el carro porque
era una obra de misericordia, de gran sentido social. Y porque el objetivo eran los niños
más pobres de nuestra ciudad. Nadie se lo PUEDE quitar. Nadie se lo DEBE
quitar. Ojo, no todo el terreno del albergue es propiedad de la parroquia. Un
lote (la parte de la entrada) fue adquirido por Pepe, don José Martínez, un
hombre de extraordinario corazón, un religioso de sensibilidad sin par.
Él instauró el
albergue en un local pequeño por la calle Ucayali. Luchó intensamente para
dotarle de lo necesario para alimentar y acoger a muchos niños. Más tarde, él y
la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza, Mosa Carvallo (y en su
figura acudo como representación de gente cuyos nombres tal vez olvido)
lograron que el Gobierno Regional inserte en proyecto en su presupuesto
participativo. Fue en la época de Mufarech. Con Chui casi se manda al olvido la ejecución, pero la insistencia del
cura trajo frutos. Se construyó la obra en el 2010 y la sonrisa se dibujó en
los niños.
Hoy el panorama
es sombrío. Ya no dan posada a niños, solo a niñas. A los viejitos los tienen descuidados. Hasta les
han dicho que no deben hablar con las monjas, sino lo mínimo necesario. El
presupuesto, que se sostiene con ayuda de muchos hombres y mujeres de bien, ya
no alcanza porque el gastó aumentó por las futuras novicias y no hay apoyo
económico del obispado. Se gasta en manutención de extraños. El gobierno regional
ahora tiene que intervenir, pues esa obra se construyó para dedicación
exclusiva de nuestros niños, adolescentes y ancianos desvalidos. Al cierre de
esta edición hemos sido informados que la Diocesis va a transferir la propiedad
del albergue y están realizando los trámites ante la municipalidad de Huaral y
registros públicos.
Cuando Jesús vino
al mundo fue la misericordia su mayor afán. Ayudó al ciego. Siendo judío, puso
como ejemplo de caridad al samaritano. Reprendió, inclusive, a sus apóstoles
cuando no dejaban que los niños se le acerquen. Fue todo bondad. Nunca (lean la
Biblia y verán que es así) dio siquiera una ligera o escasa muestra de
atracción por los bienes materiales. Hoy la Iglesia Católica, que se dice es la
más cercana a las enseñanzas de Cristo, se quiebra, se tambalea porque sus pastores están más preocupados por asuntos terrenales. Algunos buscan la riqueza del
bolsillo antes que la riqueza del alma.
Santarsiero, lamentable decirlo, no sólo tiene el antecedente del María Reyna.
En Huacho en el 2010 tuvo un caso similar en Peralvillo por la posesión de un
terreno de 330 M2 (El Chaski 26-05-2010) y se habla de otras perlas cuando fue
Obispo Prelado de Huari (Ancash).
Francisco fue tajante en el inicio de su pontificado. Dijo que Cristo
otorgó un poder a San Pedro y a través de él a los pastores de la iglesia para
que acojan “con ternura y afecto a toda la humanidad, especialmente a los más
pobres, los más débiles, los más pequeños”. Si con su ejemplo de sencillez y austeridad, y
sus mensajes de amor al prójimo, el jesuita quiere un renacer de la iglesia
católica tendrá que ordenar también la casa. Es decir, deberá instruir a los
cardenales para que en sus jurisdicciones impriman obras de caridad y, al mismo
tiempo, renuncien a sus debilidades por lo material. Oremos para que su mensaje
irrigue los corazones de la tierra para que nuestros niños –y por qué no
nuestros ancianos– sigan recibiendo la
ayuda necesaria para que tengan un mejor mundo donde vivir. Oremos también por Santarsiero para que
modifique su actitud mental y siga el ejemplo de Jesucristo.
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