AGUJERO NEGRO
Gracias a la vida por haberme dado tanto
Por: Arturo Moreno Carrera
Email:: imagencorp2011@hotmail.com
Muchas gracias a
Dios, a la vida, a mis padres, a mis hijos, a toda la familia por todo lo mucho
que me dieron en esta vida. Y, en esta ocasión, a don Aníbal Morales Zampa,
director de Huaral como Cañón, medio escrito que me sugirió y alentó a escribir algo sobre
mis 35 años de Periodista, que los cumplo en este mes. No soy de elogios y
mucho menos de auto elogios. Soy de ir y venir. Como el caminante que en su
andar va haciendo camino. ¡Cuánta distancia, estimados lectores, hay entre ese
junio de 1978 y este junio del 2013! Recuerdos hermosos abundan desde que por
vez primera llegué a esa cabina de radio San Juan para reportar noticias
deportivas de Chancay, invitado por don Alfredo Castillo y muy bien recibido
–con enorme desprendimiento– por el entrañable Juan Rojas Castillo, así como
Aníbal, Alejandro Maguiño, David Alfaro, y hasta el propio Santiago Kong,
emblemático empresario radial, pero también periodista de corazón. Después
hicimos otras amistades como Willy Burgos, Fernando Villarreal y Dante Pacheco
en “Claridad”.
Andaba yo por la
frontera de los 20 y el nacer de los 21 años. Estaba sacando mi Libreta
Electoral. Pasaba a ser mayor de edad. En el colegio se me dio también por impulsar
mi aprendizaje de redactar. Es decir, escribir bien. Estudiaba en la nocturna
porque de día trabajaba desde que anduve por los 14 ó 15. La economía familiar
era escasa y mi padre debía alimentar a mis otros 5 hermanos, a mi madre, a su
propia madre. Vaya que debía ser una gran carga. Terminé la secundaria en el
’80 con el “titulo” de técnico contable. Pero la vida me llevó por la senda de
contar historias de la vida real: el periodismo.
Inquieto, al poco
de empezar y tocando puertas llegué a La Prensa. Fui corresponsal en Huaral. Me
complacían sobre todo esos partidos del Unión Huaral. En Huaral y en provincias
o en Lima. Disfruté también de la amistad y el respeto mutuo con el gran Pedro
Ruiz. Conocí allí las primeras maldades del supuesto “colega”. Con verduguillo
y fauces. Como jamás me gustó el encono, preferí dejarle pasó y busqué otras
trincheras. En Ultima Hora fui bien recibido. En el 81’ ingresé a la
universidad, pero más aprendí en aquella famosa escuelita de La Prensa y todo
lo que me enseñaron gigantes como Alberto Best Ramos, Manuel Doria, y posteriormente
en otras tribunas Oswaldo Cuadros Lazo, Guillermo Cortez Núñez, Carlos Sánchez
Fernández, Víctor Gonzales, Carlos Ney Barrionuevo (si leen El pez en el agua
de Mario Vargas Llosa sabrán cuán grande es “Neíto”).
Tras la caída de
La Prensa y Última Hora decidí que debía cambiar de aires. Dejé mi Chancay de
residencia y el Huaral de mis empeños “profesionales” para buscar piso firme,
mejor economía para la familia propia, y un nombre con letras de molde. Allá en
el candelero, donde las papas queman: en el periodismo limeño. Y conocí el
valor de la primicia, la lealtad y la verdad. También sus reversas nefastas como
parte de la competición. En 1988 y por accidente pasé a frecuentar el terreno
político. Palacio de Gobierno, el Congreso y cuantas acciones políticas de los
partidos y las personas que ejercen esa labor fueron mis fuentes de nutrición
profesional. El jefe de Política de Extra enfermó gravemente, como no
encontraban reemplazo fui comisionado temporal, pero al director le agradó mi
rendimiento –sobre todo en aquella larga campaña de MVLl– que terminé de
titular.
Estuve en el
sintonizado “Buenos Días, Perú” de Panamericana Televisión, en los tiempos de
Roxana Canedo, Ángel Tacchino, del exigente director Miguel Calderón Paz, de
grandes líderes cada quien en su campo, en el periodismo televisivo. Escribir
todos los nombres sería muy largo, perdónenme. Fui convocado para fundar
Cambio, a donde llegó el buen César Campos, Eloy Jáuregui, Alfonso Bermúdez.
Hicimos un periodismo serio y de calidad, pero ante la competitividad quisimos
convertirlo en un diario popular, manteniendo su esencia cualitativa. Los
empresarios no lo entendieron y prefirieron cerrarlo antes de perder dinero.
Hoy seríamos, de eso no tengo duda, más que varios medios impresos de la
actualidad.
En fin, trabajé
en muchos otros medios, inclusive en el extranjero. Entre los recuerdos guardo
la amistad del embajador boliviano Jorge Gumucio, rehén en la embajada del
Japón, del gran escritor, historiador y presentador de Tv. Carlos Mesa, que
llegó a la presidencia de Bolivia cuando renunció Carlos Sánchez de Lozada por
presión popular promovida por Evo Morales. En Ecuador de Jamil Mahuad, que tuvo
el coraje de firmar la paz con Perú tras la guerra de la cordillera del cóndor.
Y muchísimos personajes más. De latitudes diversas. Pero en mi corazón estará
imborrable el haber rezado en la Parada con la Madre Teresa y haber tenido el
privilegio de cubrir la visita de Juan Pablo II en 1988.
Ahora estamos en
la época que se dice “el reposo del guerrero”. En el Huaral de hoy, el que no
quisiera que fuera así. Por eso escribo esporádicamente esta columna, con la
intención de comentar los hechos cotidianos de esta ciudad, de su gente, de sus
autoridades, de sus sucesos. Con la esperanza de contribuir con algunas ideas
para mejorarla. Porque tengo familiares que están empezando a germinar en la
vida y quisiera que, en verdad, Huaral sea un mejor lugar para vivir. Muchas
gracias, amigos lectores. Y perdonen la larga cháchara sobre mi persona.
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