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Huaral: Vamos camino a convertirnos en sordos

Written By Unknown on viernes, 3 de agosto de 2012 | 11:44



AGUJERO NEGRO

Huaral: Vamos camino a convertirnos en sordos

Por: Arturo Moreno Carrera




Un cartel sencillo, pero espléndidamente designado, implora soberbio: “Si amas al Perú no toques el claxon”. Lo vi en la atiborrada avenida Abancay. Lo ha colocado la Municipalidad de Lima. Seguramente serán decenas en todas partes de la metrópoli capital. Pero, he aquí el quid del asunto: ninguno de los conductores lo ve. Y si lo ve no hace caso. Y si hace caso no es por convicción, sino porque al atravesar esa larga y ennegrecida calle no tuvo “necesidad” de pulsar el estridente aparato. Vaya casualidad.

La contaminación sonora es, tal vez, una de las más dañinas para el ser viviente. Sin embargo, es la que menos toma en cuenta el habitante peruano. Salvo contadas jurisdicciones distritales, donde se trata de poner coto sin éxito pleno. En Lima están para muestra Surco, San Borja, Miraflores y La Molina. Reitero que tienen medidas restrictivas y se generan campañas, pero el resultado aún es menor a lo esperado. El problema es la falta de conciencia de las personas, llámese choferes, vecinos, o comerciantes, que en cualquier momento irrumpen violentamente el espacio silente con sus bocinas, altoparlantes, Etc. Etc.

A ver. Los escolares que estudian cerca de avenidas principales están sobreexpuestos a contaminantes sonoros y su salud corre grave riesgo. Pueden sufrir estrés, falta de concentración, entre otros. Lo advirtió Digesa, del Ministerio de Salud. Para cualquier ser humano, sufrir la exposición al ruido dañino significa altísimo peligro de la sordera, además de padecer un inagotable estrés, aumento de la presión arterial, afrontar la posibilidad de un derrame cerebral o, inclusive, de un ataque al corazón. Esto lo ha señalado puntualmente la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Dicha entidad considera que 50 decibeles (dB) es el límite superior deseable y todo ruido que supere ese techo conjetura una intensidad nociva. Dice que más de 60 dB causa agitación de la respiración, aceleración del pulso y taquicardias, aumento de la presión arterial y dolor de cabeza. Más de 70 dB produce gastritis o colitis, aumento del colesterol, de triglicéridos y de glucosa en la sangre. Ojo, la potencia en las discotecas supera los 100 dB y en los “shows” a campo abierto sobrepasa los 150 dB. La OMS afirma también que un ser humano expuesto durante largas horas al ruido pernicioso necesita 18 horas de descanso en un lugar tranquilo para recuperar su sensibilidad normal.

Si trasladamos todo este bagaje de datos a nuestra realidad local, a Huaral, debemos resaltar que nuestra aparente tranquila e idílica ciudad tampoco ofrece condiciones de salubridad acústica para su población y menos para los visitantes o turistas que llegan en busca, justamente, de paz y regocijo para recuperarse del estrés laboral. Los resultados de este último fin de semana largo, festivo, y patriótico, lo demuestran muy sencillamente.

Me decía el Padre Pepe la noche del 29 de julio: “la plaza es puro ruido”. Y es justo respaldarlo en su comentario. En un lugar tan pequeño como es el centro de nuestra capital provincial han convergido, confluyen y seguirán desembocando todas las actividades oficiales de conmemoración, generando altas y largas emisiones de contaminación sonora que altera el medio ambiente habitual. Súmenle a ello las bocinas de los vehículos, especialmente de las motos taxis. Y los vendedores informales con bocinas o los compradores de chatarra. Y los “jaladores” de pasajeros en los paraderos de Cahuas, de la plaza Centenario y la calle derecha. Y las tiendas comerciales que ponen música en volumen alto para atraer clientes. Y los vendedores de discos en Del Solar. Y las congestiones de motorizados en Dos de Mayo o la esquina entre Cahuas y Colán. Y los anunciantes de bailes sociales o de presentaciones artísticas. Y, por si fuera poco, los estallidos de “avellanas” (cohetes) en plena madrugada.

Es decir, vamos camino a la sordera. Y también vamos camino a conseguir que Huaral ya no sea un atractivo turístico para las familias que salen a buscar sosiego, buena comida, buen trato y hospitalidad. Tal vez quede solo como un “point” (punto) de reunión para quienes si buscan esas fiestas bullangueras o meramente la diversión en ambientes ruidosos.

Pero lo que más nos ensordece es la desidia de nuestras autoridades en relación a este tema. Tampoco hay normas drásticas para combatir el flagelo sonoro. Sólo algunas tibias acepciones que tampoco se ponen en práctica. Para el Código Penal es sólo “una falta” contra la tranquilidad pública. En el caso del Código del Tránsito, en su artículo 98, dice que el claxon sólo es para emergencias. Pero que le podemos pedir a la policía, encargada de sancionar a los conductores si sus propios elementos hacen sonar el silbato (pito) a diestra y siniestra, como para rompernos el tímpano.
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